Columna: Sharif Laibe
El ser humano se ha esmerado durante décadas en generar una cultura de dependencia material y competitividad continua con nuestros pares, tanto así que los sistemas que sostienen la sociedad se construyen a partir de tener más o menos, o ganar y perder, fenómeno que en esta era derechamente no aplica ni es útil, pero nos cuesta darnos cuenta de ello.
Pero ¿De dónde proviene esta forma de pensar que maneja el día a día de la sociedad actual? La verdad, es que los diversos caminos confluyen en el mismo punto: La Educación, entendido como el proceso de aprendizaje que proviene de nuestro contexto, familia y formación, pero que al mismo tiempo es el pilar de nuestros valores, sean ellos positivos o negativos. Y aquí es dónde está el punto de inflexión, ya que fuimos educados bajo un sistema dónde el dinero es el fin último y la felicidad un concepto secundario, cuando lo lógico es que sea todo lo contrario, por eso no es raro ver familiares y amigos trabajando estresados y tristes, pero que al mismo tiempo justifican este sufrimiento casi como si fuera un karma que llevan a sus espaldas.
Tengo 40 años, y la mayoría de las personas que conozco aún son víctimas de este modelo, el cual no sólo tiene a mujeres y hombres sometidos a una economía desigual, sino también en una forma de vivir dónde la especulación, los juicios, las suposiciones y las proyecciones del ego, son una constante, y provienen justamente del entorno educativo y familiar, dónde padres y madres viven el placebo de ser buenos guías de sus hijos y terminan siendo quiénes forman, en la mayoría de las veces, aspectos negativos en sus propio niños y niñas.
Si tienes un hijo y esta realidad expresada en el anterior párrafo te ofende, es porque acabas de corroborar este planteamiento. Por ende, el primer paso para cambiar la sociedad es que nosotros reconozcamos que hemos sido parte de un modelo educacional con graves errores que nos han hecho más mal que bien, y que debe ser removido para no seguir contaminando la sociedad que tenemos, por lo que ser consciente ya no es una preocupación espiritual de algunos, sino que debe ser un activo de cada persona para comprender de forma óptima sus emociones y las de los demás.
En este camino es sumamente importante comprender que todo acto tiene consecuencias, por lo que tu rol en la sociedad es tan importante como tus propios actos, por lo que una ley de la vida es generar actos positivos conscientes, lo que es realmente difícil considerando que la disonancia cognitiva es una de las condiciones más repetidas en los adultos de hoy; gente que dice ser de una forma y se comporta de otra.
Esto puede parecer algo obvio, pero realmente no lo es. Escucho siempre en eventos, conversaciones y charlas comunes, a personas decir que consideran que los niños en el mundo son la prioridad y que debemos protegerlos de todo mal, sin embargo, a la hora de comer un chocolate importa un soberano carajo su procedencia, sólo disfrutar del placer de un producto que proviene de un sistema económico cuestionable, pero sin cuestionarlo, y preocupándome de lo que alimenta mi yo, y por ende mi ego. De caso contrario, antes de comer dicho chocolate nos preocuparíamos al menos de saber su procedencia, considerando que el cacao proviene en un 68% de países como Ghana y Costa de Marfil, dónde se utilizan niños como esclavos para estos procedimientos productivos. Muchos de ellos no asisten a las escuelas, y son abusados física y psicológicamente durante toda su infancia. ¿Nos importan realmente los niños?
El ejemplo anterior puede sonar burdo o exagerado para una persona inconsciente, pero la existencia de este tipo de industrias existe precisamente por el egoísmo o indiferencia de nosotros mismos. Si como individuos nos enfocamos en asegurar que nuestros actos no dañen a terceros, estaremos recién comprendiendo nuestro rol como ser humano en esta sociedad, y desde ese conocimiento socioemocional podemos guiar a otros, y crear un sistema educacional justo y colaborativo, sin caracterizaciones que dividan, y más instancias que unan.
En Origo Lab llevamos 7 años investigando y analizando la Educación en el mundo, y hemos validado las distintas brechas en terreno determinando los aspectos claves por mejorar, y por eso consideramos que un cambio de la educación debe estar asociado a un cambio personal de los padres, a un avance en términos de consciencia, de lo contrario solo estaremos repitiendo los mismos errores con las nuevas generaciones. Sin embargo, también hemos detectado, en estudiantes de diversas edades una empatía mucho mayor con aspectos claves de la consciencia como el cuidado del medioambiente y los animales, lo que los coloca en un estado de consciencia mucho más pleno que el de sus mismos padres, los que instauran miedos injustificados y hábitos negativos en aquellos que aún no están contaminados por el materialismo y la competitividad.
Un estado de consciencia nos permite ver con mayor claridad nuestra emocionalidad y la de otros, lo que es clave para la formación de un nuevo modelo educacional, que sea basado en las emociones y el bienestar, en el bien común e individual, antes que el competir por una nota, premiarte o castigarte por ella. Y de esto se desprende que un modelo educacional basado en la sociedad debe tener padres y docentes conscientes, líderes innatos de la integración. Y es por eso que me dedico a fortalecer este espíritu en profesores, estudiantes y en la sociedad en general, con los distintos programas que hemos creado en Origo.
Finalmente, hay que destacar una pregunta que siempre me hacen cuando comento lo trágico del modelo educacional actual, ¿Cómo podemos tener una sociedad mejor, si quiénes deciden como nos educamos promueven la inconsciencia? Bueno, partamos por casa, midamos nuestros actos, veamos qué consecuencias tienen, seamos quiénes decimos ser y pensemos en sistemas que permitan florecer al ser humano y no industrias que limiten su salud como el tabaco, alcohol, carne, grasas saturadas, azúcar y lácteos, que son causantes de las enfermedades que precisamente debilitan a las personas frente a la actual pandemia. Es momento de quebrar nuestra voluntad, de dejar de lado el egoísmo por el bien común, solo de esa forma lograremos construir una educación efectiva y colaborativa basada en la felicidad y no el dinero.